jueves, noviembre 27, 2008

Tres hombres y un destino

“Yet there comes a time for forgetting, for who could live and not forget,
Now and then, however, there must also be one who remembers.”
ALBRECHT GOES, Das Brandopjier

Los años 20’s llegaban y la depresión económica mundial se agravaba, Alonso viajaba escapando de la pobreza y miseria de Europa, de un lugar eslavo donde la nieve cubre los horizontes. Su familia compuesta de dos hermanas y seis hermanos hacía que su situación de carestía tuviese amaneceres con tristeza bajo las penumbras. Él se había apartado de su ciudad buscando no interrumpir más en los sucesos que aquejaban su entorno;-Al menos eso pensaba

Alonso salió ese día decidido a no volver, un beso y gran abrazo fue lo único que dejo en Dnipropetrovsk, bajando del tren se miró en la nueva urbe, ciertos días el hambre le amenazó con malas jugadas pero Alonso aguantó y finalmente por suplicas obtuvo un trabajo con un judío que era dueño de una fábrica de ropa, -el judío como casi todo espécimen de esa religión era usurero, “no es cuestión de ofender”- por lo que le ofreció un trabajo a costa de sólo alimentos y una muy inhóspita habitación. Alonso con unos pómulos marcados y ojos de esmeralda opaca aceptó el no justo trato.

Un año y medio paso Alonso empezaba a recibir un sórdido salario pero, el había aprendido a coser, zurcir y cortar como un sastre y modisto italiano además de haber aprendido a hablar Yiddish el cual a modo de humillación tuvo que aprender debido a que su proletario jefe no le hablaba en ruso. Y pues luego de meses de gran esfuerzo la guerra amenazaba con llegar, Alonso no quería ser parte de ello. Escatimó y logró pagar un viaje para así escapar del reclutamiento militar.-Ya había perdido a su familia y ahora no quería perder su vida-

Un barco inmenso abordó Alonso, desertó al trabajo pues pensaba que su poco orgullo o dignidad le haría prevalecer.
Luego de dos meses de travesía llegó a tierra firme era un país al cual ni su nombre sabía pronunciar, su nombre era ARGENTINA, su nueva metrópoli se hacía llamar Buenos Aires.

Alonso dormía en un cuarto, la luz del amanecer le molestaba se levantó y caminó.

Camilo llegaba al Buenos Aires querido, tierra de mucho aprecio para él, recordaba al caminar por el barrio de Caseros en la provincia de Buenos Aires momentos que nunca vivió pero estaban allí impregnados en cada pared y piso de la “Casa Vieja”.

Camilo iba con la intención de distraerse y perderse de todo al menos por un tiempo, olvidar a la gente y quizá hasta a sus padres; tratar de renacer y vivir mejor de donde había venido. Los días pasaron, se volvieron meses en los cuales Camilo solo con la vida pensaba y pensaba. Trabajaba en un supermercado para abastecer sus necesidades primarias, trato malamente de soslayar a la vida externa quedándose varado en la inmensidad de las palabras y el pensamiento.

Un día del mes de septiembre apreció que las cosas no habían cambiado y que únicamente había subsistido en una atemporalidad la cual por más que cavilara no razonaría.
Los momentos se fueron haciendo muy largos, cierto día Camilo al limpiar un placard encontró una muy amarillenta carpeta con fotos, las imágenes eran muy antiguas personas y un individuo a bordo de un Trasatlántico es lo que se observaba en el color sepia y gris que destellaba cada exposición.
Repentinamente en una de ésas la figura de un hombre en primer plano le produjo un mayor interés a Camilo, el había visto a esa persona volteó la lámina y vió una inscripción de la cual decía “16/09/1920 Espevna Volkya" Intrigado Camilo reconoció que era un idioma extraño, era ruso y el alfabeto era cirílico.

Un Ingeniero aeronáutico y gran piloto aviador era Danilo, el había nacido en México, había vivido en Argentina y además estudiaba en Ucrania un diplomado de mecánica y turbopropulsión. Era el mes de enero y el frío era gélido, unos -10ºC. Danilo salió de un departamento, subió a su auto y se dirigió a Bélgica. Ya en la vieja capital descendió del automóvil y transitó.

Danilo respiró y observó fugazmente a esos hombres que alguna vez fueron lo que hoy era él, estaban y no en realidad; Danilo esperaba a la que en ese momento era y sería el amor de su vida, sentado cebando el mate en una banca, el crepúsculo hacía al agua de los canales verse anaranjada. Su prometida aún no llegaba, luego de 25 minutos de retraso parado en la orilla de un puente Danilo disfrutó de esos recuerdos y de la ciudad de Brugge pensando en su amada.