martes, junio 10, 2008

Hoy quizá esto es distinto, un cuento por un poema.

La Ciudad de Los Sueños

“I woke up and noticed that the BIG BROTHER WAS WATCHING US”
George Orwell “1984”

Eran las cinco de la mañana, Juan despertaba para ir hacia su trabajo, este se bañaba, luego le daba comida a su mascota un gato gordo, anaranjado y bigotön y antes de salir de su domicilio se veía al espejo; cierto día al hacer lo que siempre hacía, por rutina se vio en el reflejo del espejo percibió como su cara se deformaba la visión de sus ojos desvanecían en una deformidad de sus pensamientos, cada día parecía lo mismo nada variaba, todo igual y monótono.
Repentinamente estaba caminando en la calle donde vivía todo parecía estar abandonado los locales y negocios estaban abiertos con el mobiliario en funcionamiento pero sin personas, Juan, sorprendido, logró recordar que en un momento el había querido una ciudad sin gente, sin sonidos, sin alteraciones, donde su omnipotencia fuera lo único relevante y conciso.

Lo había conseguido, todo era de él y para él mismo, como el ermitaño que el deseo ser en un momento repentinamente al caminar con algo de miedo y felicidad, lleno de brío, al pasar de una vereda hacia otra acera, observó un libro, éste, abierto en medio del asfalto que dividía la calle.

Juan, algo exaltado por la repentina aparición, tomó el libro de un modo incrédulo, observó que no tenía texto, hojeo y hojeo y en la última parte, en la contraportada, cerca del final de una hoja, algo doblada se alcanzaba a ver la frase de “La Soledad es el inicio y el Final de Todo” “Ciclos Circulares “

Con esta frase Juan pensaba y trataba de dirimir algo, no comprendía cómo era posible haber encontrado ese libro; siguió su camino y se posó en una banca a descansar y buscar soluciones. Recostado, allí, repentinamente sintió la insoslayable necesidad de comer algo para tener energía y seguir tratando de encontrar respuestas concisas.

Reflexiones y pensamientos vagaban por la mente de Juan…
Juan tomó unas frituras de una tienda que estaba enfrente de donde estaba situado, no las pagó, pues no había nadie en ningún lado, hasta parecía que el polvo se escondía.
Salió y se sentó en la banqueta, la soledad que siempre sintió se hizo presente de una manera abrumadora, recuerdos de partes de su joven vida; la parte cuando la imagen donde veía a su madre enseñarle a leer, cuando en la escuela se reprimía de varias cosas. Mucho recordó buenas y otras funestos cosas, una especie de pantalla era su mente, en la cual revivía importantes escenas cotidianas. Su vida aparentemente sola se desplegaba con dotes de dulzura. La vida de Juan fue, era y sería muy distinta a la de otros por sus condiciones y su modo de ser.
Engañosamente, él había sentídose muy solo muchos años de su vida, ya que su pequeña familia a veces no podía creer y asimilar lo distinto que Juan invariablemente había sido.

Juan leía y releía las frases del libro, razonaba por horas y así el día se convirtió en noche y Juan a la luz de las farolas y de la Luna comprendió: que de cierto modo, el estar solo le había hecho bastante racional e inteligente, no tenía los bienes materiales que quizá algunos tenían, no tenía la familia cercana o la más numerosa que el hubiese deseado, pero sabía que todo eso podría hacerlo sin ningún problema.

“Todo es un ciclo, todo inicio, todo final parece ser en soledad, ya me han cambiado las cosas, yo he cambiado y yo y todo cambiará...- Juan asimiló-”

Juan abrió los ojos tenía más de 60 años y simplemente se observaba en el espejo.

“Todo es un ciclo, todo tiene fin, todo tiene un inicio”